sábado, 8 de diciembre de 2007

La cuadrilla

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La Cuadrilla

Santiago González Vallejo(*)
Mundo Obrero


Dirección: Ken Loach.
Países: Reino Unido, Alemania, España.
Año: 2001.
Duración: 93 min.
Interpretación: Dean Andrews (John), Tom Craig (Mick), Joe Duttine (Paul), Steve Huison (Jim), Venn Tracey (Gerry), Andy Swallow (Leo), Sean Glenn (Harpic), Charlie Brown (Jack), John Aston (Bill Walters), Juliet Bates (Fiona), Graham Heptinstall (Owen).
Guión: Rob Dawber.
Producción: Rebecca O'Brien.
Música: George Fenton.
Fotografía: Barry Ackroyd y Mike Eley.
Montaje: Jonathan Morris.
Diseño de producción: Martin Johnson.
Dirección artística: Fergus Clegg.
Vestuario: Theresa Hughes.

Ken Loach hizo una película con el mismo título que este artículo. Narraba la historia de una brigada de mantenimiento de los ferrocarriles ingleses que amanecen en la empresa ferroviaria y se acuestan, tras la segregación y privatizaciones de la época Tatcher, en otra empresa compitiendo a la baja en prestaciones sociales y seguridad con antiguos compañeros, a su vez, pertenecientes a otras compañías, realizando todos las tareas que antes hacían en común.

El mercado de trabajo ya de por sí segmentado, precarizado y eventual continua en la dinámica de ir a una mayor fragmentación. Si bien, las subcontratas tienen su sentido en la empresa y dentro de la organización del trabajo ocupando el papel de una actividad especializada, no central de las tareas propias del objeto empresarial, e incluso no permanente, está claro que han devenido, en su mayoría, en realizar las tareas centrales, las del objeto empresarial, son permanentes y conviven sus trabajadores con los de la empresa contratista, en muchos casos, haciendo tareas similares en peores condiciones económicas y sociales.

Si en la época de la reconversión industrial de los años setenta y ochenta había movimientos para ampliar tareas a la plantilla de la empresa grande, reconvertida y contratista para que el exceso de plantilla se atenuase realizando esa plantilla tareas que hacían empresas exteriores, reabsorbiendo las de limpieza o vigilancia, al mismo tiempo y con mayor intensidad se iba en el camino inverso: Desplazar tareas de la empresa contratista hacia las subcontratas como fórmula de subastar a la baja costes. Que esto último se entendiera no como mejor organización industrial y se carguen las tintas en peores condiciones económicas, sociales, de prevención y seguridad estaba en la lógica del sistema. Así nacen, entre otros, los falsos autónomos encargados de las autoventas o las 'empresas' individuales de la construcción y los 'pistoleros' del destajo.

Nos encontramos, pues, en una selva de subcontratas que alcanzan en el sector de la construcción al total de la plantilla de una obra excepto al encargado y al jefe de obra afectando a la capacidad de cumplimiento de las labores preventivas de seguridad e higiene como denunció la Federación de Construcción de CCOO en una Iniciativa Legislativa Popular para limitar esa subcontratación indefinida que fue derrotada por el Partido Popular, en una demostración fáctica de sus preocupaciones sociales.

Recurrentemente aparecen las subcontratas como protagonistas de aciagos accidentes. Una tragedia ya estructural, siendo acusadas -salvándose de críticas la empresa contratista- de tener trabajadores inexpertos o que incumplen las normas de prevención de accidentes.

Y después está el fascismo dulce, en expresión de Eduardo Haro Tecglen, que hace referencia a la situación consentida en general y cotidiana de dualidad económica, social y de seguridad y formación. Porque alentada la subcontratación para las tareas centrales productivas se da la paradoja de existir tareas similares o idénticas realizadas por empresas y trabajadores diferentes en el mismo espacio físico, cobrando y recibiendo prestaciones y formación profesional totalmente dispares.

La involución que supuso la reforma del Estatuto de los Trabajadores en 1994 alentó la doble tabla salarial. Eso entre otras cosas significó la legalización de las Empresas de Trabajo Temporal (ETT). La visualización individual del trabajador explotado, con un menor salario que el de su compañero contiguo marcado por el convenio colectivo, hizo que la lucha de trabajadores y sus sindicatos junto a un clamor social (en algún caso llevado no por valores de solidaridad y sí por un miedo menos altruista) logró que se legalizase una remuneración similar entre el trabajador de una empresa cedente y usuaria. Pero claro, la dinámica de precarización, incluyendo a la Administración, se sigue adaptando y esas mismas empresas o las mismas grandes empresas externalizan tareas, crean otras empresas ad hoc para labores definidas y limitadas en el tiempo, por lo que se amplían los contratos de trabajo por obras, se precarizan más las relaciones laborales y se descargan de responsabilidades a las empresas contratistas.

La equiparación económica, social, de seguridad y de formación de los trabajadores de las subcontratas con las condiciones de los trabajadores de las empresas contratistas -siempre mejores- debe ser el próximo objetivo unitario sindical y social. Los trabajadores de las subcontratas del metal de Asturias y la labor de los sindicatos CCOO, UGT y USO con una huelga que logró un calendario de equiparación salarial han marcado el camino. En otros casos, los comités de empresa de la contratista y subcontratadas coordinadamente han logrado que los trabajadores del conjunto de las empresas disfruten de las mismas condiciones de comedor, vestuario, etc. Es un primer estadio de igualación y no segregación laboral, evitando la dualidad entre los trabajadores, un corporativismo erróneo y perjudicial para todos ellos.

Esa comprensión de lo injusta que es la situación de precarización de la subcontrata es la que ha originado el estallido de los trabajadores de las subcontratas de la refinería de Puertollano ante el catalizador de la muerte de varios de sus compañeros. Ojalá, marque un hito que rompa este fascismo dulce en que nos encontramos y que nos hace convivir en una sociedad que está llena de mecanismos de dualidad y exclusión social: Por ejemplo, las subcontratas.

*Santiago González Vallejo es economista del Área de Servicios de la Unión Sindical Obrera